“ … cuyos nombres están en el libro de la vida.” Filipenses 4:3
Por MANUEL CAPRIOLO
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La Biblia nos habla de hombres y mujeres, siervos que vivieron y actuaron con amor a Dios y con gran valor y perseverancia. Recordamos a muchos de ellos cuyos nombres figuran en las Escrituras por su destacado ministerio, como Moisés, Samuel, Débora, Lidia, Jeremías, Pablo y muchos más.

No voy a referirme a esos siervos en este comentario, sino a la innumerable legión de personas no conocidas por sus nombres, y que, como leemos en Hebreos 11:36-39, pasaron por pruebas suficientes como para dejar en el camino a muchos, pero ellos “… alcanzaron buen testimonio mediante la fe.”

También me refiero a los que encontramos en el N.T. considerados fieles, amados, servidores, algunos de los cuales sabemos sus nombres, como Tíquico, Epafras, Esteban, Priscila y Aquila, Lucas, Epafrodito, y entre otros tantos más, la lista de nombres de Romanos Cap. 16

Recordemos el papel importante de Ananías y Bernabé en la vida del apóstol Pablo, que fueron de gran ayuda para la expansión del evangelio. En todos esos casos ninguno buscó “al hermano Otro” paraå hacer la tarea encomendada por el Señor; en algunos casos riesgosas y difíciles con peligro de muerte, y otras sencillas; algunas de larga duración, otras muy breves, pero en todos los casos hechas por amor y con amor; “como para el Señor”, “no mirando cada uno por lo suyo propio”, no envaneciéndose por el trabajo realizado, ni tampoco rechazándolo por parecer insignificante, buscando ser siempre de bendición bajo la guía del Espíritu Santo, aún cuando por alguna razón tuvieron que dejar “el cargo para el que fueron nombrados”, como Felipe después de la persecución en Jerusalén. El no se retiró para descansar esperando que lo buscaran por su “nombramiento” e imposición de manos de los apóstoles sino que en pleno “éxito de su campaña evangelística ” en Samaria, fue al desierto a encontrarse con un extranjero.

Ananías no se dedicó a pregonar y exaltarse por la “riesgosa y dura orden” que recibió cuando intervino para que Saulo recobre la vista.

Bernabé no trató de usurpar el lugar de apóstol que le fue dado a Pablo.

Esteban tuvo un efímero ministerio, pero seguramente su testimonio conmocionó al jefe de sus ejecutores, que no dudo en pensar fue decisivo para Saulo en su posterior conversión y servicio misionero.

En otro pasaje la expresión de Pablo “… solo Lucas está conmigo” revela la fidelidad del médico que acompañó al misionero en las buenas y en las malas por amor a Cristo y su obra.

¡ Aquila y Priscila ! ¡ Qué matrimonio que todo pastor desearía tener en su congregación !

Seria largo seguir con detalles de más hombres y mujeres fieles de la Biblia, pero vuelvo a Hebreos 11 para extraer algunas palabras de los vers. 33 al 39: “ qué por fe … alcanzaron promesas … sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes … otros fueron atormentados, no aceptando el rescate … Otros experimentaron vituperios … anduvieron de acá para allá, … maltratados; de los cuales el mundo no era digno … y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido.”

Si lo dejamos así, parece que perdieron, que fue inútil, pero previamente los vers. 13- 16 lo aclaran: “ Conforme a la fe murieron todos … creyéndolo … confesando que eran … peregrinos sobre la tierra … que buscan una patria … anhelaban una mejor … por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos …”.

Vale la pena reflexionar y detenernos a observar a nuestro alrededor en las congregaciones y poner nuestra atención en esos hermanos sencillos, talvez silenciosos, pero valiosos; que siempre están y no sólo con su presencia física sino asumiendo el rol que el Señor les asignó y cumpliendo lo que dice la Palabra en 1 Pedro 4: 10-11: “… para que en todo sea Dios glorificado …”

Quizás no pueden predicar; es casi seguro que no ostentan títulos profesionales ni teológicos pero son elocuentes en amor, en servicio y en fidelidad a la iglesia y al Señor de la iglesia, que viven la Palabra del Señor como dice el Salmo 119:130 y 165 “ La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples. Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.”

Es muy probable que sean ya adultos o ancianos y tal vez tienen sobre sí las marcas de muchos dolores, marcas que no hacen sino solo embellecer sus vidas porque no lloran, ni la amargura marca con un rictus sus labios.

En un mundo cada vez más hedonista y que exalta solo la belleza física; en un mundo que de labios afuera dice creer en Dios y honrar y privilegiar a niños y ancianos; que se jacta de “dignificar la familia” y defender la libertad, pero en cambio todo lo destruye y desprecia; en ese mundo donde todo se pervierte está la iglesia de Cristo en la cual muchas veces podemos confirmar con dolor lo de Filipenses 2:21 “ Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.”

Esto es una lamentable realidad de todos los siglos porque la iglesia se deja influenciar por la corriente del mundo desde los albores de su existencia.

Pero así como en esos tiempos ocurrían tales cosas y los escritores sagrados lo describieron, también nos dejaron el grato recuerdo de esa legión de amados y fieles en el Señor que ¡gracias a El! siguen estando.

Yo los he visto y los veo, y compartí y comparto momentos con ellos, y me gozo en el Señor por sus vidas, porque sin ser poderosos ni sabios sino débiles – según 1 Corintios cap. 1, - Dios los escogió y son templos del Espíritu, vasos de barro que contienen un tesoro inmenso, y por esos alcanzan el elogio del Padre como amados y fieles.

Por esa simple y gran razón podemos hacer nuestras las oraciones que Pablo menciona en sus cartas, y una de ellas, la del Fil. 1:3-6 , dice: “ Doy gracias a Dios … siempre en todas mis oraciones, rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio ”

¡ Dios bendiga a toda esa multitud de fieles !

* MANUEL CAPRIOLO ES PASTOR BAUTISTA.