Principios antiguos reeditados
Por Dr. Justo Anderson
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El bien conocido “Movimiento Landmarquista” (Hitoísta), patente en la historia bautista del siglo 19 en Norteamérica, derivó su nombre de un tratado escrito por J.M. Pendleton sobre los peligros de invitar a ministros de otras denominaciones a predicar en púlpitos bautistas. J.R.Graves — el editor del tratado — lo publicó bajo el título pungente, “Un Hito Antiguo, Reeditado,” (An Old Landmark Reset),
De ninguna manera quiero iniciar otro movimiento Landmarquista en la Argentina, pero deseo pedir prestado el picante título y hacerlo el tema de este artículo, “Principios Antiguos - Reeditados.”
Los principios bautistas siempre son dinámicos, jamás estáticos. Tienen que ser reeditados y reinterpretados en cada generación. Son tan antiguos como la fe cristiana, pero deben ser renovados y contextualizados periódicamente, si van a permanecer como distintivos bautistas. Es mi convicción sincera — de uno que ha andado por muchos años entre los bautistas de Norteamérica y de América latina — que hemos dejado emerger una generación de bautistas que, o no sabe nada de los principios, o notoriamente los violan a propósito.
 Con este problema en mente, y con un deseo de cumplir con mi compromiso, me gustaría reeditarlos y tratar de señalar su significado para la primera década del             siglo 21.  
Principios bautistas existían muchos años antes del cominezo de la denominación bautista. De hecho, era la creencia en, y la fidelidad a,  la razón para la fundación de la denominación. Los creyentes, llamados bautistas en la Inglaterra del siglo 17, se reunían en pequeñas congregaciones constituídas en iglesias basadas en principios bíblicos. Ellos enunciaron sus principios en “Declaraciones de fe”.
  En otras palabras, el redescubrimiento y la declaración, más la defensa, de estos principios ha sido y es la razón d‘être de la denominación bautista moderna.
Antes de seguir, es necesario distinguir entre los términos “principios” y “doctrinas”. En este artículo, no procuro listar todas las doctrinas distintivas de los bautistas, sino aislar nuestros principios, o normas, sobre los cuales los bautistas han basado su unidad corporativa, y sobre los cuales justifican su identidad denominacional. Una doctrina es lo que uno cree a la luz de la Biblia; un principio es lo que uno hace a la luz de la doctrina. Los principios bautistas constituyen nuestros aspectos distintos, especialmente cuando comparamos nuestras prácticas con otras denominaciones cristianas. En realidad, como aquellos primeros bautistas en Inglaterra, preferimos el término, “principios neotestamentarios” que forman la fundación de la así llamada denominación bautista. Eso explica porque es tan necesario “reeditar” los principios en cada generación para reconfirmar su relación íntima con el Nuevo Testamento y evitar un sectarismo.
La clasificación de estos principios básicos es una tarea difícil. Una ojeada de la historiografía bautista revela muchas formas de hacerlo. Sin embargo, de todas surge un núcleo significativo. En este artículo, procuro resumir ese “núcleo” para aislar algunos principios bautistas que considero esenciales, fruto de una investigación concienzuda de las fuentes históricas. Constituyen una tradición bautista que sería difícil negar sin dejar de ser bautista. Son siete.

El Principio Cristológico
El Señorío de Cristo
En todas las discusiones de principios bautistas surge la pregunta, ¿Cuál es el principio magistral? - ¿cuál es el “principio único”? - ¿el principio que gobierna los otros? Enrique Cook sintió que era la autoridad del N.T.; E. Y. Mullins favorecía “la competencia del alma humana” bajo Dios; W.T. Whitley propuso la doctrina de la iglesia. Varios historiadores norteamericanos abogaron por la libertad religiosa y su corolario, separación de Iglesia y Estado. Sin embargo, prefiero adherirme al punto de vista de James Mosteller, Townley Lord, Thomas Armitage, y Ernesto Payne en afirmar este primer principio cristológico como “el  principio madre” que da a luz a los demás.
 Fue Juan Smyth, en 1610, quien proclamó, “sólo Cristo es Rey y Juez de la iglesia y la conciencia”. Es mi convicción profunda que el pueblo cristiano llamado bautista ha surgido en la historia como resultado de su esfuerzo para implementar la confesión antigua “Jesucristo es Señor.” Es el principio guía de la fe bautista. Los llevó a oponerse al totalitarismo político, al sacerdotalismo eclesiástico, al sacramentalismo mecánico, y al credalismo doctrinal — “ismos” que crean barreras al acceso directo del creyente a Jesucristo por medio del Espíritu Santo.
Brevemente, el señorío de Cristo es el principio desde el cual emanan los otros seis que vamos a tocar. Nuestra fe y práctica deben resaltar de esta lealtad al Cristo viviente. Una adherencia estática y una confesión formal a una verdad humanamente definida, a veces, pueden ser barreras a una obediencia espontánea y espiritual a la interpretación libre de la verdad divina. En otras palabras, el Espíritu Santo vivifica la Santa Palabra de Dios y nos ayuda a interpretarla. Jesuscristo, presente y viviente, llega a ser nuestro criterio único de fe y práctica. Los credos históricos jamás deben reemplazar a Cristo como la base de nuestra fe.
El Principio Bíblico
La Autoridad del Nuevo Testamento
El estudio de la historia cristiana revela tres bases de autoridad en la eclesiología de las varias denominaciones, a saber: La Biblia, la tradición, y la conveniencia.
 Aunque los Bautistas reconocen el valor de la tradición y la conveniencia, las someten a la Biblia. Esta autoridad bíblica emana de su relación al Cristo viviente. La palabra escrita deriva su autoridad de la Palabra viva. Es muy importante mantener esta distinción para prevenir “una bibliolatría” — la práctica islámica que hace de la palabra escrita un fetiche.
Por enfatizar el Nuevo Testamento, de cierto, no quiero disminuir la importancia del Antiguo Testamento. Realmente, no se puede entender el N.T. sin comprender el A.T. y al revés. Sin embargo, los bautistas han basado su fe y práctica en el Nuevo Testamento, evitando así los errores de otras denominaciones que han mantenido ciertas reglas y requisitos del A.T. en sus eclesiologías.
 Los bautistas creen que el A.T. debe ser interpretado a la luz del N.T. Por eso, prefiero formular este principio así — la autoridad del N.T.
Por eso, los Bautistas a través de los siglos han ido directament al N.T. para encontrar las normas y enseñanzas que forman su teología y su eclesiología. Creen que el N.T. contiene el testimonio de los apóstoles. y por eso, tiene autoridad apostólica. El N.T. no es un manual de eclesiología, pero según los bautistas, todos los manuales eclesiásticos deben estar en armonía con él. Sobre este asunto, Wheeler Robinson, el gran bautista inglés, comenta, “el principio bíblico implica la realidad de una revelación “objetiva” necesaria para educar y confirmar la experiencia “subjetiva” de Dios  y la necesidad de un testimonio de experiencia colectiva para guiar y controlar el crecimiento religioso del individuo.”
 Fue el separatista – puritano, Juan Robinson, quien declaró, “el Señor tiene más luz y verdad a resaltar de su Santa Palabra.” Seguramente, Robinson derivó esta idea de su compañero y mentor, Juan Smyth, antes de su huída a Holanda, donde Smyth fundó la primera iglesia bautista en 1609. Los dos buscaron la libertad para seguir los principios neotastamentarios. Este punto de vista dinámico de autoridad bíblica ha caracterizado a los bautistas desde aquel entonces. Por eso, los bautistas han insistido en la interpretación privada, pero siempre en armonía con la palabra escrita y el testimonio del Espíritu Santo.
Ha sido esta tensión dialéctica, aún cuando no se dan cuenta del asunto, que ha influído a los bautistas a no someterse a los credos históricos de la fe cristiana. En un sentido, sostienen las creencias de esos credos con un celo admirable, pero temen el peligro de sustituir la letra muerta por la convicción personal. Por eso, los bautistas dicen que su único credo es el N.T. Es la base y el purificador constante de su tradición dinámica. Tenemos que enunciar y encarnar nuestra fe en cada generación, pero como dice un teólogo bautista, “Tengamos credos, sin credalismo.”
 R.A. Knox, un erudito católico, en su libro titulado Enthusiasm (“Entusiasmo”), un estudio de las sectas místicas de la historia cristiana, define muy bien el principio bautista de la Biblia,
“El entusiasmo evangélico, en contraste al entusiasmo místico, no desprecia la erudición. Porque el creyente evangélico (quizás ilógicamente, pero por hábito) considera la Biblia, no una luz interna, como la fuente última de la certitumbre teológica. Sin embargo, es típico de los evangélicos rechazar las interpretaciones de los eruditos. Prefiere sacar su Biblia y buscar lo que dice sobre tal asunto; de este sentido común y claro, no hay apelación.”
 Las implicacias de este principio dinámico son necesarias entre los bautistas hoy en día. Especialmente a la luz de ciertas tendencias hacia un neo-misticismo de un lado, y a un creciente credalismo del otro. El N.T., interpretado bajo la dirección del E.S., debe ser la regla en cada generación.
El Principio Eclesiástico
Una Membresía Regenerada
La interpretación bautista de la doctrina de la iglesia ha sido una de sus mayores contribuciones a la historia cristiana. Juntamente con el movimiento anabautista del siglo 16, dió a luz al sector “iglesia libre” del cristianismo. El principio cardinal de la eclesiología libre y bautista y, lógicamente, el punto de partida de su política eclesiástica, es la insistencia en una membresia regenerada en la iglesia local. Su rechazo al bautismo infantil, su práctica del bautismo de creyentes y sus varias limitaciones sobre la participación en la Cena del Señor, son conclusiones lógicas de su creencia que el N.T. requiere de una iglesia pura, compuesta de creyentes verdaderos. Las congregaciones locales se ven como agencias de la Iglesia espiritual, universal, que es la confraternidad de todos los creyentes en Jesucristo en el mundo en un momento dado. Los requisitos serios para la membresía en la iglesia son salvaguardias de la pureza de la Iglesia espiritual, no barreras de una comunidad exclusivista.
Por eso, generalmente, iglesias bautistas tienen dos prerrequisitos para la membresía en una iglesia, a saber: una verdadera experiencia de salvación y un bautismo correctamente administrado según el N.T. En otras palabras, bautizan solamente a creyentes, e insisten en la inmersión como el modo correcto. Generalmente, el administrador del bautismo es uno autorizado por la iglesia local. Si la iglesia tiene pastor ordenado, él lo administra. El bautismo le da al nuevo creyente la oportunidad de testificar de su fe. No tiene ninguna eficacia salvadora, pero es un símbolo de su identificación con Cristo.
En fin, el principio eclesiológico indica que la iglesia local es una comunidad de verdaderos creyentes, una comunidad comisionada a comunicar el evangelio y a cumplir con sus ordenanzas. Además, la iglesia local debe seguir las normas neotestamentarias en la elección de sus oficiales, en la defensa de su autonomía, y en la cooperación con otras iglesias en llevar a cabo la misión mundial. La congregación local es el tribunal final en asuntos eclesiásticos. Las asociaciones regionales, las convenciones nacionales, y otros cuerpos bautistas dependen de la colaboración voluntaria de las iglesias locales. Jamás deben usurpar la autonomía de las iglesias locales pero, en contraste, facilitan la obra de la iglesia local para cumplir con su misión mundial.

* El doctor Justo Anderson ha sido profesor en el Seminario Internacional Teológico Bautista y escritor; una de sus obras más conocidas es Historia de los Bautistas.