Confederación - El cautivante camino del subsidio
Por el Director de "Reflexión"
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Cuando paso por el frente de una iglesia católica romana y leo en un cartel que las refacciones que se realizan corren por cuenta del gobierno, es decir, de los contribuyentes, me corre una suerte de indignación visceral; igual me sucede cuando me entero que algún clero retirado o en actividad recibe un emolumento del mismo origen. Pienso que resulta indubitablemente injusto que del erario que se nutre del aporte de ciudadanos judíos, evangélicos, musulmanes, ateos, etc., se sostenga, ayude o financie lo que en conciencia no se comparte. Cualquiera sea el culto, está mal que coactivamente se extraigan de los ciudadanos recursos en su beneficio.
Durante muchos años los bautistas tuvimos en claro el punto, pero ya no tanto.

La Junta Adminstrativa de la Confederación aprobó hace unas semanas, y no sin que mediara debate y oposición, una solicitud del Directorio de la CEBA para iniciar la tramitación de subsidios del Estado para el Seminario Internacional Teológico Bautista, algo que, en su tiempo, fue discutido y rechazado por la Asamblea soberana y que, en todo caso, debería ser considerado en ese nivel de decisión. Y no es el único caso, pues insólitamente el aparentemente desbordado bolsillo del Estado parece seducir a otras áreas de la Obra, ya que la Confederación también acaba de aprobar el aval jurídico que le permitirá a JEBA (Juventud Evangélica Bautista Argentina) obtener $ 44.600 a los fines de colocar una carpa en plena vía pública marplatense, mientras se realiza el Congreso Juvenil Nacional, para montar “una exposición de los valores VIDA, VERDAD, PAZ Y JUSTICIA”, lineamientos ambiguos y laxos estos, que no sólo parecen compartir el poder político de turno, la dirigencia de JEBA, el Directorio, sino que caben en el discurso de casi todas las organizaciones civiles que existen, incluyendo las de homosexuales –que paradójicamente también se reunirán en Mar del Plata en la misma fecha– y hasta los abortistas, aunque difieran en el objeto de aplicación.
br> Sería bueno recordar que el principio bautista que parece ir quedando como un dato histórico sin relevancia, esta relacionado con la libertad de conciencia y su corolario: la separación de la Iglesia y el Estado.

El doctor E. Y. Mullis señala en Axiomas de religión: “No hay evidencia de que los bautistas llegaron por grados a su tesis de la libertad de conciencia y la separación de la Iglesia y el Estado […] Parece haber sido un discernimiento intelectual profético, divinamente dado, del significado del evangelio y la enseñanza implícita de las Escrituras. Nótese la frase ‘enseñanza implícita’, porque las Escrituras en ninguna parte ordenan con estas mismas palabras la separación de la Iglesia y el Estado. Se requiere de un discernimiento espiritual para descubrir la doctrina”. A mi modo de ver, dicho discernimiento surge de la forma en que Jesús, sus discípulos y los primeros cristianos actuaron. Recordemos que no sólo la enseñanza del Maestro en la ejemplar respuesta sobre la moneda con la cara del Cesar acuñada es por sí misma clara, sino que en la Palabra no se registra un solo intento por vincular el dinero administrado por el poder político con la causa del evangelio, y esto fue así hasta que el poder político vio a la Iglesia como tabla de salvación… claro que temporal.

El doctor y pastor Arnoldo Canclini cita en su libro “La libertad de cultos”, a Alejandro Vinet quien señala: “La religión de Dios ¿necesita del Estado? […] No, la religión no necesita del Estado […] ¿Cómo la idea más poderosa, el principio más profundo, el más universal, el más inherente a la humanidad, la fuerza más expansiva de nuestra naturaleza […] cómo lo que se conforma a la naturaleza de las cosas y a las necesidades del hombre, será menos que el arte, que la ciencia, que la filantropía, en cuanto a bastarse a sí misma sin la ayuda del poder público? […] ¿Necesita la iglesia del Estado? Pero, por decirlo todo, el creyente no acepta esa pregunta. Plantearla seriamente es ya negar la naturaleza de la religión y la verdad de nuestra fe”.

Pero no parece ser así hoy, en nuestro medio, pues en la Junta Administrativa de la Confederación hasta se argumentó “que el Señor bien podía estar utilizando al Estado para alcanzarnos el dinero para la expo...”, curioso pensamiento. Sé que los caminos de Dios son sorprendentes para nuestra insuficiente inteligencia, pero ciertamente no parece que este sea uno de ellos. ¿No se dan cuenta que el dinero que se recibirá proviene de impuestos que se recaudan bajo el imperio de la fuerza, y que la naturaleza de todo el evangelio está enmarcada en la voluntariedad? ¿O es que la seducción del dinero y “hacer caja” ya sea para realizar los más abstrusos programas, o los más nobles, nos lleva a aceptar dádivas –o gestionarlas– sin detenernos a reflexionar sobre la procedencia?

Hay acciones morales de peso decisivo, que nos permiten comprender lo inconveniente del camino que se está comenzando a transitar.

Además, ¿cuál es el propósito que tiene el Estado en todo esto? No lo sé, pero me parece sospechoso que en una situación social como la que se vive en la Argentina, en donde los recursos resultan evidentemente insuficientes para paliar necesidades básicas de tanto pueblo, se destine una cifra tan alegre e irresponsablemente.

Muchachos de JEBA, tengan fe, se hicieron treinta y seis congresos y decenas de iniciativas sin el apoyo de los políticos. Hermanos mayores, no les enseñen a los más pequeños a transitar estos vericuetos que en nada van a contribuir en la difusión del evangelio; además, para la próxima expo que programen sugiero, aparte de orar pidiendo financiamiento a quien tiene todos los recursos, ensayar el siguiente lema: “Arrepentimiento, humillación y perdón de Dios”. Es más bíblico, tiene mejores resultados, inclusive para alcanzar a alguno de los “dadivosos” funcionarios públicos.