"Mirando hacia Arriba y marchando hacia adelante"
Raúl Scialabba - Argentina
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Quizás no exista nada tan difícil de iniciar, ni riesgoso de conducir o más inseguro de concretar que lograr un nuevo orden de cosas. Por esa razón desde que el hombre es hombre, los cambios generan la adhesión de unos pocos, la mirada escéptica de otros, pero el miedo y la parálisis de la gran mayoría. Sin embargo, sólo con el cambio se consigue el avance y el progreso.

Los bautistas argentinos nos encontramos en tiempo de cambios. La pérdida de identidad a la que nos llevó la mal llamada renovación trajo consecuencias aún imposibles de medir en todas sus dimensiones, pero sin embargo, nos obligó a pensar y repensar sobre quienes somos. Sócrates decía que “para quien no conoce su rumbo, no hay vientos favorables”, y tenía razón en sus apreciaciones. Por la misma razón resulta imposible saber el rumbo a quien no sabe quien es. Y nunca entonces podrá alcanzar su destino verdadero.

Hoy más que nunca, los bautistas sabemos quienes somos:
Desde la llegada de los primeros misioneros a nuestro país, tuvimos un “sano orgullo” de pertenecer al pueblo bautista. Constituimos con esfuerzo y sacrificio iglesias a lo largo y a lo ancho del país, que buscaron jerarquizar las Escrituras, tratando que sus miembros vivieran a diario lo que decían creer. Nos llegaron a conocer como el “pueblo de la Biblia”, porque desde nuestras escuelitas dominicales infundíamos mediante la educación bíblica y teológica la “sana doctrina” ofreciéndola para el crecimiento del pueblo de Dios. Reafirmamos desde los comienzos nuestra identidad denominacional y continuamos enseñando creencias y prácticas y afirmando las convicciones que surgen claramente de la doctrina revelada en el Nuevo Testamento. Siempre dijimos que La Biblia, escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo, era la única norma de fe y práctica que reconocíamos.

Los bautistas no creímos en nuevas revelaciones y exhortamos a todos los cristianos a definir concretamente su propia identidad a la luz de la revelación de la Palabra de Dios. Sostuvimos en todo momento que el que capacita e instruye al creyente y a la iglesia para la adoración madura, la evangelización y toda forma de servicio al prójimo, es el Espíritu Santo de Dios. Que su objetivo es guiar a los perdidos al arrepentimiento y a la fe, y conducir a todos los creyentes a la medida de la plenitud de la estatura de Cristo. Defendimos la iglesia local, como un cuerpo autónomo que se somete al señorío de Cristo Jesús, donde cada miembro tiene la oportunidad de ejercer su sacerdocio espiritual. Nuestros mayores nos enseñaron a creer en la autoridad espiritual de los pastores, pero rechazando toda forma de autoritarismo pastoral.

Alentamos a que todo miembro que se sujetara a la guía del Espíritu Santo, tuviera el derecho y la responsabilidad de participar libremente en el ejercicio del gobierno congregacional que ha sido distintivo de las iglesias bautistas de todo el mundo desde tiempo inmemorial. Aprendimos que los cultos son testimonio de Cristo y que deben conducirse dignamente y en orden, sin ningún tipo de manipulación, para lograr la conversión de los incrédulos y la edificación espiritual de los hermanos. Si tomáramos en cuenta todos los problemas vividos en los años recientes, deberíamos preguntarnos por qué estamos como estamos y si todavía contamos con el capital suficiente como para remontar la cuesta. Nuestra situación actual que es pobre y mediocre, no coincide con nuestro “ser” que sin lugar a dudas nos debería permitir resurgir hasta las alturas. ¿Todo aquello que nos distinguió a fines del siglo XIX y todo el siglo XX es aplicable en el siglo XXI? El gran desafío que tenemos por delante es, mirando lo que fuimos y lo que somos, ver que es lo que tenemos que llegar a ser, desarrollando al máximo nuestros talentos, dones y capacidades. Mirando hacia Arriba y marchando hacia adelante. No necesitamos renegar de nuestros principios ni inventar fórmulas mágicas para responder a quienes nos traspasaron la antorcha.

Para volver a sentir nuestra identidad a pleno debemos experimentar nuevamente el sentido de pertenencia. Para lograr un avance en el sentido de identidad, pertenencia y esfuerzo común, debemos dejar de lado la indiferencia, el quietismo, la falta de compromiso. Debemos empezar nuevamente, sin prisa y sin pausa a construir un proyecto común, dejando definitivamente de lado las heridas que nos causaron y la pretensión de imponernos un pensamiento y sentimiento único, aquellos que son capaces de recibir “instrucciones directas de Dios”. En tiempos en que el país sufre de grandes exclusiones, no nos apartemos de nuestras responsabilidades y dejemos de lado la indiferencia, el individualismo y el aislamiento, porque si no lo hacemos estaremos construyendo un mundo demasiado pequeño como para contenernos. Construyamos el proyecto común con el que soñamos. Volvamos a experimentar la alegría de compartir nuestros principios y creencias junto al otro.

La Asociación Bautista Argentina nos convoca.
Integremos a las iglesias y personas que mantienen inalterables las pautas históricas bautistas con un profundo sentido federal, recreando y reafirmando la confraternidad entre nosotros. Programemos encuentros, congresos, talleres y todo espacio de reflexión bíblica y acción, en las diferentes áreas de servicio, que nos faciliten la comunión regional y nacional, generando un espíritu cooperativo para un desarrollo integral.
Desarrollemos una red fluida que utilizando los modernos sistemas de comunicación y adelantos tecnológicos, promueva el intercambio de información, materiales de estudio, investigación,ensayos y cursos,e incremente la formación doctrinal de las congregaciones. Nuestro desafío será el insertarnos en un mundo totalmente globalizado y cambiante, regido por nuevas problemáticas sociales, espirituales y culturales.

Reafirmemos nuestros principios en forma creativa, comprometida e inclaudicable. Comencemos a trabajar ya mismo, para que con la ayuda de Dios los valores que caractericen a los bautistas del siglo XXI, sigan siendo la evangelización, la esperanza, la creatividad, la compasión, la espiritualidad, la voz profética, el compromiso, la cooperación, la libertad religiosa, el diálogo, la lucha contra todo tipo de discriminación y una defensa irrestricta de los derechos humanos.