La gran paradoja: “Donde hay muerte, hay vida”


Pastor Jorge Perez - Presidente ABA - presidencia@bautistas.org.ar
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El Señor, no sólo muere para darnos vida eterna, sino que lo reafirma al poder resucitar de entre los muertos.

Al empezar a leer debemos mencionar qué significa y es una paradoja. Los diccionarios la definen, entre otras cosas, como: “dicho o hecho que es contrario a la opinión común, una idea lógicamente contradictoria. Inesperado, increíble, singular”. También podemos decir que es algo que a priori parece erróneo, lo vemos en el título de la reflexión y se encuentran en otros campos y áreas de conocimiento.

La Biblia contiene muchas paradojas que deben ser tenidas en cuenta y en mente cuando la leemos. Menciono solo algunas:
• Para ser grande hay que ser pequeño. “El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos”. (Mt 18:4)
• Para vivir, hay que morir. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Jn 12:25).
• Para salvar la vida, hay que perderla. “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9:23). “Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.” (Mat 16:25)
• Para ganar, hay que perder. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil 3:8).
• Para recibir, hay que dar. ”Dad, y se os dará” (Lc 6:38).
• Para ser primeros, tenemos que ser postreros. “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Mr 9:35). “Los últimos serán primeros y los primeros, últimos”. (Mt 20:16)
• Para ser sabio hay que ser ignorante. “Si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio”. (1 Co. 3:18).
• Para ser exaltados, tenemos que humillarnos. “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt 23:12).
• Para vivir hay que morir. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. (Jn 11:25).

Básicamente, leemos que, en una paradoja hay dos declaraciones o dos verdades que enseñan una gran verdad, donde podemos reflexionar profundamente.
Algo que como sociedad hemos perdido y prontamente debemos recuperar, dado que no reflexionamos ni nos preguntamos en el tiempo de Semana Santa, ¿qué es? ¿para qué es? ¿qué hacer?
¿Cuáles serían tus respuestas personales? ¿Coinciden con las Escrituras?

Jesucristo siempre tuvo muy en claro para que había nacido y estaba preparado para el día que tenía que morir, porque fue plenamente consciente cuando todavía no era su hora y también en el momento en que, si lo era, por eso leemos en el Evangelio de Juan capítulo 13:1 “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

Para que todo quede más claro y seguro para la humanidad, el Señor, no solo muere para darnos vida eterna, sino que lo reafirma al poder resucitar de entre los muertos. Los Apóstoles fueron testigos de la Resurrección de Jesús. Anuncian que Cristo vive y es el núcleo de toda su predicación. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido (1 Corintios 15, 14-17).

Es por eso que la Resurrección gloriosa del Señor es clave para interpretar toda nuestra vida, y el fundamento de nuestra fe, es donde se apoya nuestra propia esperanza de resurrección. La Pascua es la fiesta de nuestra redención y, por tanto, fiesta de acción de gracias y de gozo. Esto es lo que después de veintiún siglos, nosotros los cristianos, anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! Y esto nos colma de alegría el corazón: que todos los hombres son salvados de la muerte, nada más ni nada menos que por la muerte y resurrección de nuestro Señor y ciertos que tenemos vida eterna y el perdón de nuestros pecados cuando creemos, en Él. Por eso, no olvides creer y aceptar en tu corazón a Jesús como tu Salvador personal y Señor en este mismo instante. Pon tu fe en Jesús. Una última recomendación, busca una iglesia bíblica y cristiana donde asistir regularmente.

Pastor Jorge Perez