¿Tiene sentido celebrar la Navidad?


Carlos Bollatti - Presidente de ABA - presidencia@bautistas.org.ar
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En el principio Dios y el hombre tenían una relación cotidiana y permanente que sin duda era buena para Adán y Eva.

Sabemos también que un día, aquellos que entendimos que Dios nos ama y hemos aceptado el ofrecimiento de recuperar nuestra relación con El, estaremos para siempre, libres de todo lo que nos causa molestia y sufrimiento en “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Pero, en el medio, ¿qué pasa?

Tengo permanentemente la bendición de compartir con muchos ancianos el repetir el Salmo 23. Es conmovedor al llegar al final del salmo escucharlos levantar la voz con seguridad y como una expresión de una realidad decir “ciertamente el bien y la misericordia del Señor me siguen todos los días de mi vida”.

Expresan esta verdad que viven aunque haya dolores, enfermedad e impotencia para muchas cosas. Su Dios, Aquel en quien han confiado, el que les ha permitido vivir tantas cosas buenas, construir sus vidas, familias, de quien han recibido misericordia que les permitió levantarse luego de haberse equivocado, el que les hizo entender sus errores y los acompañó para arrepentirse y tener la oportunidad de comenzar de nuevo, ese mismo Dios personal es el que los está acompañando ahora, no los ha abandonado, está con ellos, tomándolos de la mano, haciéndoles bien y manifestando Su misericordia!

Siempre Dios quiere estar con nosotros, estar a nuestro lado, ofreciéndonos su bien y misericordia, pero el hombre no lo ha querido aceptar y rompió su relación con Dios. Ante esta realidad, Dios no desmaya en su intento y envió a su Hijo Jesús para que podamos recomponer nuestra relación con El. Uno de los nombres que representaban ese propósito y que fueron dados a Jesús fue Emanuel, que significa “Dios con nosotros”.

¡El quiere estar con nosotros! ¡Hacernos bien! ¡En su misericordia ayudarnos y darnos una nueva oportunidad!

Si veo la realidad que viven tantos que entendieron que Dios quiere estar con ellos; si comprendo que era necesario que Jesús viniera para hacer todo lo necesario para que yo pueda estar con Dios cada día a mi lado; si me doy cuenta que Jesús vino por todos, pero especialmente por mí con el propósito de que pueda experimentar que el “bien y la misericordia de Dios me sigan todos los días de mi vida”, entonces si vale la pena celebrar la Navidad.

No nos conformemos con menos, permitamos que Dios esté con nosotros. Si no lo experimentaste todavía o plenamente, esta Navidad es una nueva oportunidad, no te conformes con menos.

Que Dios nos bendiga.