La corrupción, la impunidad y las leyes.


Raúl Scialabba - Presidente de ABA - presidencia@bautistas.org.ar
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Un signo de los tiempos es el uso del poder en beneficio propio y no como forma de servicio.

Lamentablemente Argentina es el país del continente americano donde más aumentó la percepción del flagelo de la corrupción en los últimos años.

Más allá del gobierno de turno que sea, se destacan el uso discrecional del Estado, -sea éste nacional, provincial o municipal- y el de los dineros públicos. Esa corrupción generalizada destruye las bases mismas de la Nación y nos desprestigia ante el mundo.

El diagnóstico es uno sólo: vivimos un problema moral y ético. Vayamos a los hechos.

El Senado acaba de sancionar la polémica ley que exime de toda responsabilidad civil al Estado y a sus funcionarios públicos ante un hecho lícito o ilícito que perjudique a un ciudadano o a una empresa.

De ahora en más, cualquier planteo judicial contra los funcionarios públicos deberán dirimirse en el fuero administrativo, que es más contemplativo con los intereses del Estado.

Dice el texto aprobado que "el Estado no debe responder, ni aun en forma subsidiaria, por los perjuicios ocasionados por los concesionarios o contratistas de los servicios públicos".

Establece además que cualquier sanción pecuniaria es improcedente contra el Estado, sus agentes y funcionarios.

Imaginar que se puede erradicar la corrupción en un país que la sufre como una enfermedad endémica resulta casi imposible, pero sí se puede terminar con la impunidad. Basta comprobarlo observando los escasísimos casos de funcionarios o personalidades condenadas en los últimos 40 años.

Resulta alentador comprobar que cada vez más argentinos entienden que los corruptos no le roban a un Estado bobo, sino a la totalidad de los ciudadanos que se ven de esa manera impedidos de acceder a una mejor educación, salud, seguridad y justicia.

La corrupción niega de manera flagrante el plan amoroso y compasivo de Dios para el ser humano creado a su imagen y semejanza. Por esa razón como cristianos debemos procurar imitar a Jesús que en su amor por todos los seres humanos no dudó en denunciar las injusticias en su tiempo y expresó ese amor por medio de acciones concretas llamando al arrepentimiento y a la restauración Sólo la predicación del mensaje de Jesucristo con el fin de que toda persona acepte el amor de Dios logra que se experimente una nueva manera de vivir y da esperanza a todos.