Y desde aquel día hasta hoy, los hombres han aprendido, que cuando al mandamiento de Dios someten la cosa mas querida de sus corazones, Él les devuelve la misma cosa, mas que multiplicada. Abraham dio su único hijo, cuando Dios se lo mandó, y con esto desaparecían todas las esperanzas que él tenía para la vida del muchacho, y para que una familia noble preservase su nombre. Pero el muchacho fue restaurado, y la familia es tan numerosa como las estrellas y la arena, y de ella, cuando el tiempo fue cumplido, apareció Jesucristo.
Esta es la manera como Dios trata todo verdadero sacrificio de cada uno de sus hijos. Si damos cuanto poseemos y aceptamos la pobreza, Él nos envía riquezas. Si rehusamos a un espléndido campo de servicio, Él nos envía uno mas rico con el que jamás habíamos soñado. Si abandonamos nuestras esperanzas mas queridas y todo cuanto deseamos, Él nos enviará una vida mas abundante y una gran alegría. Y la corona de todo ello, es nuestro Señor Jesucristo. Porque nosotros no podemos nunca conocer la plenitud de la vida que hay en Cristo hasta que hagamos el supremo sacrificio de Abraham. El fundador terrenal de la familia de Cristo, tuvo que empezar perdiéndose a sí mismo y a su hijo, lo mismo que el Fundador Celestial de aquella familia hizo. No podemos ser miembros de esa familia y gozar de la plenitud de sus privilegios y goces, de ningún otro modo.
C. G. Trumbull.
Parece ser que algunas veces olvidamos que lo que Dios toma, lo toma con fuego y que el único camino que conduce a la resurrección de la vida y la ascensión de la montaña, es el camino del jardín, la cruz y la sepultura.
No pienses que lo de Abraham fue una experiencia única y aislada. Es simplemente una muestra y modelo de la forma de proceder que Dios tiene, con todas aquellas almas que están preparadas a obedecerle, les cueste lo que les cueste. Después que hayas perseverado con paciencia, recibirás la promesa. El momento de la bendición suprema y maravillosa. El río de Dios que está lleno de agua, hará saltar sus diques y derramará sobre ti una marea de riqueza y gracia. No hay nada que Dios no haga por un hombre que se atreva avanzar sobre lo que parece niebla, aunque al colocar su pie, encuentre una roca debajo.
F. B. Meyer