Existe una grandísima diferencia entre felicidad y santidad. Pablo pasó hasta lo máximo por encarcelamientos y penas, sacrificio y sufrimiento; pero en medio de todo ello, era santo. Todas las beatitudes entraron en su corazón y en su vida, precisamente en medio de aquellas condiciones.
El gran violinista Paganini, apareció un día ante su auditorio, y al terminar el público de aplaudirle, se dio cuenta de que le había sucedido algo a su violín. Lo miró por unos momentos y vio que aquél no era su afamado y valioso violín.
Por unos segundos se sintió paralizado, pero inmediatamente volvió y dijo a su audiencia que había sucedido un equívoco y que no tenía su propio violín. Retrocedió hasta detrás de la cortina, pensando que aún estaría su violín donde lo había dejado, y descubrió que alguien se lo había robado y había dejado aquel viejo en su lugar. Permaneció por un momento detrás de la cortina, y después salió delante del auditorio y dijo:
"Señoras y caballeros: Quiero probarles que la música no está en el instrumento, sino en el alma." Y tocó como jamás había tocado antes. Y de quel instrumento de segunda mano, fluyó tal música hasta que la audiencia empezó a aplaudir con tal entusiasmo que no es posible describir, sólo porque el hombre les había revelado que la música no estaba en el violín, sino en su propia alma.
La misión de todo aquel que ha sido probado es, el aparecer en el escenario de este mundo y revelar a la tierra y al cielo que la música no consiste en condiciones, ni en cosa, ni en apariencias, sino la música de la vida está en tu propia alma.