La mayor parte de las personas y cosas que Dios usa para Su gloria, son aquellas que han sido quebrantadas con mayor perfección. Los sacrificios que El acepta son corazones contritos y quebrantados. El quebrantamiento natural de la fortaleza de Jacob en Peniel fue lo que le colocó donde Dios podia vestirle con poder espiritual. El rompimiento de la superficie de la roca en Horeb por el golpe de la vara de Moisés, fue lo que hizo que echase agua fresca para aquellas personas sedientas.
Cuando los 300 soldados elegidos bajo Gedeón rompieron sus cántaros, lo cual es una figura de quebrantarse a sí mismos, entonces fue cuando las luces ocultas brillaron para la consternación de sus adversarios. Cuando la pobre viuda rompió la tapadura de su alcuza pequeña y derramó el aceite, entonces fue cuando Dios lo multiplicó para que pagase sus deudas y proveyó los medios para su mantenimiento.
Cuando Esther arriesgó su vida y rompió la etiqueta de una corte pagana, entonces fue cuando obtuvo el beneficio de rescatar a los suyos de la muerte. Cuando Jesús tomó los cinco panes y los partió, entonces fue cuando el pan se multiplicó en el mismo acto del rompimiento y hubo lo suficiente para alimentar a cinco mil personas. Cuando María rompió su caja preciosa de alabastro, dejándola inutilizada para siempre, entonces fue cuando el perfume se esparció y llenó toda la casa. Cuando Jesús permitió que Su cuerpo bendito fuese quebrantado en pedazos por las espinas, los clavos y las lanzas, entonces fue cuando Su vida interior se derramó como un oceano de cristal, para que los pecadores sedientos viviesen y bebiesen.
Cuando un grano de trigo quebrantado en la tierra por la MUERTE, entonces es cuando su corazón se abre y produce otros cien granos semejantes. Y así sucesivamente, Dios necesita tener COSAS QUEBRANTADAS en todos los tiempos, en toda biografía, en toda vegetación y en toda vida espiritual.
Aquellos que han sido quebrantados en su riqueza, en su obstinación, en sus ambiciones, en sus bellos ideales, en su reputación mundana, en sus afecciones, y a menudo en salud; aquellos que son despreciados y parecen estar enteramente abandonados y sin ayuda, el Espíritu Santo los está secuestrando y usándolos para la gloria de Dios. Isaías nos dice que "el cojo agarra el botín."